Tiahuanaco, la civilización andina del altiplano.
A 4.000 metros de altura, allí en la cumbre del altiplano boliviano, las pétreas ruinas de Tiahuanaco, cercano al Lago Titicaca, desafían a investigadores, arqueólogos, antropólogos, periodistas y simples observadores.
Palabras de extrañas cadencias sonoras, con influencias pre-incas, como la Pirámide de Akapana, El Palacio de Putuni, El Dintel de Kantatayita, el Templo de Kalasasaya o la monumental Puerta del Sol, llaman nuestra atención.
Dicen que es la ciudad más antigua del mundo. Que su origen se remonta y se confunde con los orígenes de la humanidad.
Posiblemente, nunca sabremos con certeza la historia de Tiahuanaco. Se perderá, tal vez, para siempre en la noche de los tiempos.
El nombre de Tiahuanaco
Hay diversas opiniones sobre el origen del nombre Tiahuanaco. El padre Cobo sostiene que los aborígenes conocían el lugar como “Taipicala”, que significaría “El sitio donde está la piedra central”. O, al igual que la Isla de Pascua, se trataría del “Ombligo del Mundo”.
El investigador boliviano, don Rigoberto Paredes Candia, postula que Tiahuanaco procede de la expresión “Tihuana”, que querría decir “Piedra Parada”.
Carlos Bravo, investigador de fines del siglo diecinueve, sostenía que Tiahuanaco procedía de la expresión “Intiwa-Wan-Hake”, o sea, la ciudad de los hijos del sol.
Antigüedad de Tiahuanaco
Se dice que cuando los españoles interrogaban a los indios sobre el origen de Tiahuanaco, éstos respondían que siempre habían sido ruinas, que nunca nadie supo decir nada sobre tan imponente urbe de piedra.
Para investigadores como Arthur Posnansky, la antigüedad de Tiahuanaco, según sus cálculos matemático-astronómicos, sería de alrededor de 13.000 años.
Para los investigadores, tal datación postulada por Posnansky, es poco atendible, ya que en tal fecha, de acuerdo con los estudios hechos en el terreno, la ciudad habría estado cubierta por el mar interior que formaban los lagos Ballivián y Minchín unidos, que al desecarse en parte, dejaron como residuos los actuales lagos Titicaca y Poopó.
Tampoco es aceptable la versión dada por los incas a los cronistas acerca de una antigüedad de más de veinte mil años para Tiahuanaco.
El arqueólogo Ponce Sanginés ha efectuado numerosas investigaciones de datación utilizando el método de radio isótopo carbono 14. Ha tomado diversas muestras obtenidas a diferentes profundidades en las excavaciones de las ruinas. Ha sacado un promedio aritmético que muchos historiadores han utilizado para llegar a la conclusión de que la fundación de Tiahuanaco sería cercana al año 237 antes de Cristo. Tal interpretación es errónea absolutamente, ya que muchas personas dieron una antigüedad cercana a 2.100 años antes de Cristo.
Por tal motivo, parece conveniente considerar como atendible una antigüedad de unos 2.000 años antes de Cristo para la fundación de Tiahuanaco. La existencia de tan antigua urbe en el corazón mismo del altiplano de la América Meridional, hace esbozar una sonrisa al escuchar que al Continente americano se le llame el “nuevo mundo”.
La leyenda
En los “Comentarios Reales”, el Inca Garcilaso de la Vega, cuenta que la fundación del Imperio Incaico, mezclado con Tiahuanaco, se debió a la bondad del Padre Sol, quien envió a su hija en un rayo de plata que descendió en la Isla del Sol en el Lago Titicaca. Ella venía a enseñar a los pobres indios a urdir la lana, el cultivo de la tierra y el uso de los metales.
Aquí se da comienzo por primera vez a la leyenda del probable origen extraterrestre del gran imperio del altiplano.
Por su parte, don Manuel González de la Rosa, en su obra “Los dos Tiahuanaco”, comenta la versión que el “quipocamayo” Catari hiciera en el siglo XVI a los jesuítas, al interpretarles los quipos incas. La versión, en cuestión, se dice que habría sido entregada por el canónigo de Chuquisaca, don Bartolomé Cervantes, al jesuíta italiano Anello Oliva, cronista e historiador del Alto Perú.
El entorno geográfico de Tiahuanaco
El distinguido investigador boliviano, don Hugo Boero Rojo, incansable estudioso del altiplano y riguroso en su quehacer, da una visión de lo que pudo ser el entorno geográfico en que se desenvolvió la zona que ocupa Tiahuanaco.
Dice que hace más o menos doce mil años atrás, dos grandes lagos, Ballivián, actual Titicaca, y el Minchín, actual Poopó, estaban unidos por el estrecho Callapa-Ulloma, y formaban un gran mar interior, con un ecosistema totalmente diferente al actual. El clima, entonces más templado y más húmedo permitía la existencia de una flora variada, de heléchos, grandes bosques, hortalizas, maíz y todo tipo de especies propias de los valles templados y, aún, de los trópicos (“yungas”, valles de clima tropical).
Lentamente o quizá por un violento fenómeno, los lagos fueron reduciendo su superficie, hasta quedar en la forma con que hoy se les puede apreciar.
Algunos sostienen que la caída de un diluvio pudo provocar el vaciamiento de los lagos. Ello se habría debido a que un gran crecimiento de agua habría superado todas las cotas de rebalse, provocando la destrucción de los diques naturales de contención, y llevando al vaciamiento de los lagos.
Cualquiera fuese el origen de este “achicamiento” de los lagos, se provocó un definitivo cambio en el ecosistema. Varió la humedad atmosférica, cambió la temperatura, desapareció la vegetación. Apareció una estepa desolada y el lecho desecado de los lagos se transformó en salares.
De ese clima privilegiado hoy sólo queda una muestra en la Isla del Sol. El resto, fue barrido por el gélido viento del altiplano, provocando la migración de hombres y animales.
El Santuario de Tiahuanaco
Hay un aura mágica y mítica en torno a Tiahuanaco. Sobre ese tema se refiere Arthur Posnansky en el libro “Tiahuanaco, Cuna del Hombre Americano”. Posnansky sostiene que a través de sus investigaciones ha encontrado restos humanos en la zona de Tiahuanaco de diversos orígenes étnicos, lo que ha llevado a pensar que la gente venía a esta ciudad santuario desde remotas regiones. Ello significaría que Tiahuanaco tenía para tales personas el sentido de un santuario al que se acude en peregrinación.
Así como hoy se hacen peregrinaciones a Tierra Santa, Roma o La Meca, así se concurría a la ciudad de la “Loma Santa”. Incluso, en la época colonial, la gente llevaba a bautizar a sus hijos a la iglesia que los españoles habían fundado en Tiahuanaco.
Podría, tal vez, suponerse que Tiahuanaco, más que un imperio político-guerrero, fue un imperio religioso que ejerció su influencia hasta lejanísimas latitudes.
La ciudad santuario, con su misterio no develado, atrae ahora en peregrinación a arqueólogos, antropólogos e investigadores de todo el mundo.
¿Por qué este misterio? Porque hasta ahora no ha sido posible descifrar las inscripciones de sus monumentos, la simbología de las esculturas, grabados, petroglifos y arquitectura.
Tiahuanaco y el Lago Titicaca
Tiahuanaco se encuentra a veinte kilómetros, en línea recta, de la orilla del lago Titicaca. Se discute, se ha discutido y se discutirá si alguna vez fue un puerto lacustre sobre el Titicaca.
En todo caso, la influencia del lago en la cultura de Tiahuanaco es evidente a simple vista. La fauna propia del lago está inserta en los monumentos, grabados y en la cerámica. Incluso la flora autóctona, la “totora” o espadaña, que tan imbricada está a la vida de quienes viven en las riberas del lago.